viernes, 8 de junio de 2007

El jubileo del tío
























Los Mochis, 6 de junio, 07.- Cuando Manuel López Quintero era un niño sus padres le llamaban la “rata güera” porque se escurría furtivamente y, con movimientos rápidos, tomaba uno de los panes del mostrador de la tienda familiar. Ahora, el mismo día en que llegó a los 75 años de edad, celebró su jubileo como sacerdote con una fiesta que hubiera hecho llorar de alegría a doña Anita y a don Rigoberto, sus padres ya muertos.

En una mañana resplandeciente, el joven seminarista se ordenó en la Catedral de Culiacán, un 14 de julio de 1957. Este fue el inicio de una carrera infatigable en el ministerio religioso. “Uno contempla hacia atrás y uno no es quien trabaja, sino Cristo. Soy instrumento de Cristo en la predicación de su doctrina”, afirma.

López ha sido imparable en el ejercicio sacerdotal. Una de sus debilidades es el desayunar tacos de cabeza. Hace menos de un año, una mañana se encaminaba a su puesto favorito cuando un ciclista lo arrolló mandándolo al cemento de las banquetas y de allí a un hospital donde sufrió una operación. Ahora camina con la ayuda de un bastón,y se las maniobra como puede para subir y bajar un altar de varias gradas.

Nombrado canónigo por las autoridades eclesiásticas, Manuel López recuerda a sus alumnos cuando enseñaba teología, historia y latín. Alguno de ellos ahora con un rango sobresaliente, como Humberto Velásquez, Obispo de Celaya.

En un momento de reflexión el padre afirma: "la gente siempre ha tenido necesidad de Dios. El hombre pone trabas para acercarse a Dios, éste lo busca y el hombre se esconde”.

-¿Qué es lo que consideras más importante en tu experiencia como sacerdote?
-En cada paso que da uno en el ministerio, se siente la fuerza de Dios. El día en que uno no siente la fuerza de Dios, se encuentra vacío.

-¿Crees que la iglesia debe cambiar?
Es la que le encomedó Cristo: evangelizar y predicar en el mundo. La iglesia no debe cambiar. La manera de celebrar la misa puede ser diferente, pero lo esencial, como el mensaje, debe ser el mismo.

-¿Crees en los milagros?
Creo en los milagros. La palabra viene del latín: admirabilis, una cosa admirable. Decimos que los santos hacen los milagros, pero es Dios a través de ellos quien los realiza. El que viva una persona ya es un milagro. La vida misma es un milagro. Entonces desde que amanece vemos la mano de Dios.

-¿Tienes alguna meta por cumplir?
No hay meta, cuando eres sacerdote lo eres para siempre.
El canónigo López nació un 6 de junio de 1932 en Los Mochis, es hermano de Rigoberto, Magdalena y Lázaro, ya fallecidos. Sus dos hermanas, Ana Luisa y Martha Agripina lo acompañaron en esta celebración al haber cumplido los 50 años de sacerdocio.

Ha sido párroco de la iglesia de La Sagrada Familia, después de haber estado en la de Nuestra Señora De Fátima, San José, y en la de El Sagrado Corazón de Jesús en esta ciudad.
-Mis últimos tres años los he pasado en el templo de La Sagrada Familia.
Estando aquí he sido vicario episcopal, representante del Obispo en la Zona Norte de la diócesis.

- ¿De las actividades que realizas cuál es la que te gusta más?
-La formación de comunidades que ayudan voluntariamente en la función de la parroquia.

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