jueves, 18 de junio de 2009

Los momentos y su importancia

La última reunión del club de las hermanitas se llevó a cabo hace seis meses, como de costumbre, en el restaurante del hotel Santa Anita, cuando la tía Lupita festejó sus 73 años de vida.
La actitud despreocupada de las tías daba la sensación de que estaban ya acostumbradas a estas reuniones. El aire de resignación -asimismo- en cada una de ellas me dio a entender que estaban dispuestas a repetirlas cuantas veces la vida lo permitiera.

Esa fue la última. Unos días después Tinita de Soto resbaló de un escalón cuando salía del baño de su casa y estuvo en cama más de tres meses forzada a llevar un chaleco de fierros, tipo Frida Khalo, para evitar que las vértebras se le desparramaran.

Poco después mi hermana Carmen citó a los tíos Ana Luisa y Manuel en el juzgado local para reclamar las posesiones que, según ella, le dejó la tía muerta.
La tía Hilda Ramona hizo equipo con los ofendidos tíos rompiendo lazos de amistad con su cuñada de toda la vida y su compañera en el club de la hermandad del Santa Anita: Martha Agripina.

Hace sólo un mes la tía Lupita, quien había festejado su cumple en el Santana Anita, cayó en cama enferma y no se ha vuelto a levantar. Yace ahora en el cuarto dos del Hospital General con los malestares de un corazón cansado y un tumor maligno en el estómago.

Aún recuerdo ese desayuno en el Santa Anita, momentos que me parecieron planos, hasta triviales... Ahora, si pudiera, me lanzaría a atraparlos. Pero veo que son como aquellas perlas que, echadas al mar, se esparcen en unas mareas inmensas e insondables y jamás vuelven a ser nuestras.

Cuántos minutos hacen una hora, y cuantos años hacen una vida? Todo se va hilvanando -en una hechura perfecta- en una gama de momentos; momentos breves que se gastan en cenas y comidas, en celebraciones y viajes. Y así, como el agua que corre en un río -ninguna es igual a otra- los momentos también: pasan con una identidad única llevándose consigo sus propias congojas y felicidades. Nada se repite, todo fluye en un devenir infatigable e irrepetible.

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