Es un suceso extraño ese de ir a misa. Desde que tengo uso de razón he sido una creyente libre, sin compromisos y, por lo tanto he pasado por las purgas y desazones que atacan a quienes tienen la tendencia a dudar de todo.
Sin embargo hoy fui a misa, y lo hice porque supe que las oraciones estarían dedicadas a la tia Nony. Cuando el padre bajó la vista para leer mencionó todos los nombres de una lista larga de enfermos, y después continuó con otra de muertos, donde la tía se mezclaba de una manera difusa y rápida.
Ésto me ocasionó una decepción íntima que me obligó a poner mi mente en otra frecuencia.
Al observar la devoción de los viejos y escuchar el cántico religoso pensé en el poder de las oraciones y me las imaginé viajando a la velocidad de la luz a otras dimensiones cubriendo de esa manera las cabezas de los vivos y los muertos.
Después Agripina y yo regresamos a casa. Ella se puso a rezar y yo, a barrer con la escoba nueva que compró Mirella del triciclo de un vendedor ambulante.
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