Hoy en la mañana entré a la habitación de Agripina para saber cómo estaba. Bien, pero con un gesto amargo. Se había caído cuando una silla de oficina, de las que tienen rueditas se le movió. Te lo advertí -le dije- no confíes en esas sillas. También te advertí que no tomaras partido en los líos de los hijos. Y añadí: -Ya no puedo -le dije- de verdad, con el cansancio en la garganta, ya no puedo.
Ella me vio con enojo, ese enojo que ya le he visto antes en el rostro y dijo, No sabía de lo que eras capaz de hacer, refiriéndose a la queja que interpuse en miércoles antes las autoridades por tanto maltrato. Una queja que llegó a las oficinas del juzgado para crímenes familiares. Esta vez haría lo que debí haber hecho hace más de dos años, cuando las agresiones de la hermana Carmen comenzaron.
En ese tiempo Roxana, mi sobrina era una adolescente que simplemente me rechazaba. Con el tiempo y la influencia de la tía Carmen ese rechazo fue generando un bólido candente, más grande y fuerte, expandido y vibrante, nutrido por el odio, odio en la manera de mirar, en la manera de hablar.
Al finalizar las vacaciones de verano este año los universitarios regresaron a sus estudios, excepto Roxana, quien se tuvo que quedar porque nadie pudo pagar las caras mensualidades del Iteso de Guadalajara. Su tía Carmen, quien le había ofrecido que le pagaría la carrera fue incapaz de continuar sosteniéndola. Sin embargo le ofreció trabajo en su empresa y las cosas se organizaron de tal manera que ella se instaló en la casa y a mí me pareció bien. Con alguien más en la casa yo me salvaba un poco de ser el único foco de atención de Agripina. Sin embargo, la nieta resultó ser fría y dura. Sólo se dirigía a su abuela o a mí cuando necesitaba algo. Quizás tenía sus razones, aquellas que generaba mi hermana Carmen en pláticas cuando se refería lo mal que mi madre y yo nos habíamos portado con ella, Mira lo mala que fue tu abuela, eso de retirarme su apoyo cuando más lo necesitaba. Y yo: una tremenda oportunista, quien no hace nada, vive de la abuela, se apodera de todo, hasta del carro.
Estas son las razones de Carmen, pero desconocía las de Roxana.
Hace más de un mes, cuando mi sobrina sintió que era irremediable, que tendría que compartir el techo con una persona que ella consideraba adversa, le dio coraje. Yo le invité a sentarse y platicar sobre cualquiera que fuera el problema y fue cuando dijo: Ni yo te hablo ni tú me hablas.
Desconozco la edad de Roxana, creo que tiene está en sus veintes. Apenas está comenzando a ser adulta, por ello considero que en su mente joven, facilmente influenciable, quien ha estado haciéndome la guerra ha sido mi hermana Carmen. Desde que llegué ha querido que tome un siguiente vuelo, un autobús o un tren y me vaya. Estando allí al lado en reuniones de sobremesa le ha dicho a mi madre, No se qué está haciendo ella aquí. Su furia se acrecenta cuando sabe las mejoras que he realizado en el lote comercial de mi madre, con quien me asocié verbalmente hace dos años.
Sé que las dos hacen buen equipo porque las dos me odian... un odio que ha ido en crescendo y que ellas no quieren admitir.
Después de la golpiza del miércoles he intentado que mis rutinas sean normales, pero ha sido inevitable: los moretones en los brazos han llamado la atención de las personas y ha sido imposible hacer entrevistas sin pertubar las mentes de los entrevistados. El daño va en todas las direcciones.
En el juzgado mixto de lo familiar las oficinas son diminutas, apenas caben las sillas. Los dos enemigos que se carean se tienen que sentar uno al lado del otro, muy juntos. Así que después de una riña mortal, tienen que estar casi uno encima del otro.
No me causó sorpresa ver que Agripina acompañando a Roxana. Era claro que mi madre había tomado partido desde el mismo miércoles. El día del gran jaleo hubo conferencias telefónicas. La madre de Roxana quería saber qué había pasado.
También, por petición mía, la tía Hilda le llamó a mi madre para preguntarle por qué tomaba partido. Agripina simplemente contestó: "Roxanita tiene un brillante futuro".
Así que el juzgado de lo familiar el titular le preguntó a mi madre, Usted, que lo vio todo, qué paso?
Mi madre se soltó en un mar de lágrimas, me apuntó y dijo: Ella empezó todo. Hubo una turba de acusaciones. Iba a continuar, pero el titular intervino, Con el debido respeto señora, por su edad, pero aquí hay lesiones. Después de eso mi madre guardó silencio.
Entonces Roxana finalmente expuso sus razones:
1) Ella sacó a la sirvienta del baño cuando lo estaba limpiando.
2) Le ha dicho a mi abuelita que la casa no es suya.
3) Nadie la quiere. No tene marido ni hijos.
4) No hace nada, nada más está en la casa.
5) Se ha apoderado de todo, hasta del carro.
6) Es muy conflictiva.
Y concluyó: "Si me agarra de los cabellos le volveré a golpear".
El titular me informó que yo tenía la facultad de demandar formalmente y que entonces habría un juicio formal y finalmente prisión.
Le contesté que lo dejaríamos así, que no iría más lejos. Sin embargo -dije- que quede un antecedente. Ahora sé algo que me da tranquilidad, hasta cierto Punto: Sé que si continúa el maltrato psicológico, el acoso, las agresiones verbales o físicas podré darle curso a todas las medidas legales y la familia maldita podrá alojarse en una suite de lujo tras las rejas.
En el juzgado
In Memoriam :: Maestros Yuri de Gortari and Edmundo Escamilla, Ever in Our
Hearts
-
Originally published in 2011, it's time to remind ourselves of the lifelong
work done by these two men: Yuri de Gortari and Edumundo Escamilla. Their
contr...
Hace 1 año
No hay comentarios:
Publicar un comentario