jueves, 8 de octubre de 2009

Moretones del alma

Después de un período de paz que duró un trimestre las turbulencias afloraron. Un par de días antes, recuerdo, me encontraba tendida en el sillón frente a la televisión acompañando a mi madre en una sesión martónica de farándulas y payasos, algo muy ajeno a mis gustos. Pero esos días, en especial, la alergia me mantuvo sin energías para nada y lo único que podía hacer era estar acostada en el sillón de la salita de estar.
El fin de semana pasado Agripina se enojó porque se dio cuenta que se había equivocado en la fecha de ver al oculista. Me costó trabajo contentarla porque su desesperación era como un animal que me brincaba encima y me desesperaba también. Se había estado quejando del ojo y quería ser consultada por el médico. Le propuse que fuera a ver otro. Pero no quiso.
Mi enfermedad y las enfermedades de Agripina; las finanzas escasas y los apuros económicos. Encima de todo, está este odio de la hermana y el constante repudio de la sobrina, quien se ha instalado en esta casa desde hace tres meses y en todo este tiempo se ha esmerado en ignorarme. en una ocasión que le pedí que se sentara a hablar, dijo: no, prefiero que no me hables. Y así pasó el tiempo, yo viendo como ese odio se acumulaba y se engrandecía, como la actitud de la sobrina, severa con su abuela, se dulcificaba a ratos. Sin embargo, conmigo mantuvo su guerra fría.
Pero qué ha pasado?
Comenzaré con decir quién es Mireya, ya que el episodio comenzó el martes pasado, día en que viene a esta casa a hacer la limpieza. Mireya no solamente hace bien el aseo; también es honesta y su buen corazón se ve luego. Pero nada de ésto es tan importante como el hecho de que Mireya es una mujer cuyo marido está lejos y es ella quien tiene que mantener a sus tres hijos. Cuando me comentó que Roxana le había pedido que limpiara el baño, pensé que la osadía de mi sobrina era mayúscula, que su flojera no tenía límites, y que de cualquier forma si era tan necesario recibir ayuda bien podría pedirlo primero a quienes pagamos por la limpieza.
Respondí a Mireya que no, que dejara el baño como estaba.
Más tarde mi hermana Carmen vino a la casa y le comenté incidente y le dije que si Roxana quería servicio de limpieza lo tenía que pagar. Entonces mi hermana, con un tono de mandamás, le llamó a Mireya y le dijo: "a ver Mireya, es verdad que no quieres limpiar el baño de Roxana?"
Intimidada Mireya no sabía qué decir. Entonces yo dije que ella lo haría la próxima vez después de un acuerdo de dinero.
A mi madre le pareció que pagarle a Mireya 150 pesos por tres horas era mucho, que por esa cantidad debía limpiar toda la casa, incluyendo el baño de Roxana. Entonces le ordenó que lo limpiara. Pero la hora de salida de Mireya había llegado y ella se aprestó a cambiarse de ropa para salir. Entonces Agripina, llena de poder, le dijo: "si no lo haces, quedas despedida, no me convienes".
Vi a la pobre Mireya paralizada y muda. Lo le hice un gesto que la tranquilizó y antes de salir le dije: "te espero el sábado, como siempre".
Mi hermana empezó a agredirme verbalmente. Le preguntó a mi madre qué estaba haciendo yo aquí. Y antes había dichos cosas provocadoras de tal manera que me levanté y llegué hasta ella para enfrentarme, a golpes si era preciso. Pero no pasó nada. Ella guardó silencio y yo regresé a la lap top.
Al día siguiente, ayer, me había bañado para llevar a Agripina al médico. Pero no quería ir. Estaba deprimida por lo que había pasado. Yo le dije que tenía que disculparse con Mireya, pero ella dijo que no, e insistió en que 150 pesos era mucho para lo que hacía y que era necesario que se incluyera el baño de Roxana. Yo le dije que se trataba de que Roxana aprendiera... que era un asunto de actitud más que de otra cosa...
La discusión siguió y en un momento inesperado Roxana salió del cuarto y se avalanzó para preguntarme a gritos, De quién es esta casa? Yo dije, de nadie... No, dijo ella, es de mi abuelita.
Por segunda vez escuchaba el asunto de la casa y sus propietarios. Un día anterior Carmen se había enfrascado en el tema de la casa y había dicho que la casa sería de Roxana en el futuro, dando a entender, después de que muriera mi madre, lo que me pareció horroroso. Finalmente el asunto a exponer era ajeno a la casa y hasta la fecha no me he tenido el interés sobre definir a quién corresponde su propiedad.
La provocación de mi sobrina fue absoluta. Ya estaba encima y tuve que meter la mano para separarme. Entonces ella se me echó encima; yo la sujeté por el pelo. Empezó a golpearme.
Tengo moretones en los brazos, un arañazo en el cuello y el hombro adolorido. Creo que lo peor fue haber visto tanto odio en sus ojos y luego esa actitud de víctima durante el resto del día. Totalmente abominable.
Carmen vino más tarde y la agresión fue por partida doble. Tuve que llamar a la policía para que me dejara en paz y en ese momento ella decidió irse. Antes de cruzar el umbral vi unos ojos duros, y dijo: "me las vas a pagar".
Le pedí a Agripina que se mantuviera neutral, pero no fue así. Con un casi entusiasmo tomó partido y dijo que yo no quería a nadie, que Roxana tenía un buen futuro por delante, que era como una hija para ella y que yo quería arreglar todo a golpes.
No me extrañó que Agripina estuviera en mi contra, pues esta semana, más que antes, nuestras jornadas habían estado llena de momentos ácidos. En una ocasión lloré amargamente por estar atrapada en esta casa, con ella, en una especie de matrimonio que me estaba consumiendo.
Yo sé que a Agripina le dolieron todas mis confesiones pues para ella lo más natural para una mujer "sola" como yo es que duerma al lado de su madre, la cuide, la lleve al médico, coma con ella y sufra con  ella. Así lo hizo la tía Nony con su madre (mi abuela), a quien amó y sirvió hasta su muerte.
Hay que ver que la tía se enganchó tanto a la abuela que cuando la abuela murió la tía se deprimió tanto que cerró las puertas de su casa y no vio nadie durante un buen tiempo. Cuando se enfermó -sólo entonces- aceptó que mi madre su mudara con ella. Después se agravó y luego murió.
El único amor que le conocí a la tía fue su madre, y me atrevo a pensar que Agripina, en su interior, está convencida que yo debo seguir la misma vocación de la tía.
Regresando al episodio de Mireya: aquí la lectura más evidente fue que las tres mujeres -mi madre, mi hermana y yo- estábamos rivalizando por el poder. Mi hermana, quien cree ser dueña de todo lo que fue de la tía Nony, incluyendo las personas que circulan en estos espacios; mi madre por ser la matrona;  y yo por haber contratado a Mireya y encargarme de conseguir el dinero para pagarle cada vez que viene.
De mi madre me pareció una acción malvada el haber despedido a Mireya, pero ahora que lo analizo veo que está empecinada a no dejarse ningunear por estar vieja. En el fondo tiene miedo a que la mandemos a una esquina y la ignoremos como la gente tiende a ignorar a los ancianos. Ella está dispuesta a mantener su autoridad sea como sea. Lo veo saludable. Pero... hasta cuándo podrá hacerlo, y por qué de esa manera...
Es tarde, me voy a dormir. Espero que los moretones del alma se curen pronto.

1 comentario:

Coro dijo...

Asumecha!!!

No quiero decirte que me dio risa, porque tu relato es una cosa muy seria, pero es que la manera que tienes de narrar las desgracias que te pasan es fabulosa.

Ando muy pero que muy ocupado, con mil cosas y por eso no he escrito ni nada de nada.

Pero pienso en ti y ya ves, estoy al tanto.

Un besote.