sábado, 26 de febrero de 2011

Dale un beso a tu abuelita

Tengo 51 años y la memoria me ha llevado a muchos sucesos durante la niñez. Imperan aquellos que viví en esta casa, y eso se debe a que he pasado ahora más de tres años viviendo aquí, la casa de los abuelos, una parada de rigor después de la visita al templo a celebrar misa. Era esperado que los fines de semana claudicaran en esta casa, corriendo hacia la mesa del comedor atraídos por el aroma de las galletitas recién horneadas de la abuelita. Pero antes de caer sobre el manto aromático de las galletitas en forma de estrella, o de los jamoncillos de leche era imperativo: debíamos besar a la abuela.
El abuelo Rigoberto a quién le llamábamos "El papi", una repetición de la jerga de mi madre, estaba por lo regular en el porche de la casa, junto a la reja. Allí solía sentarse a liar cigarros y a mirar a las jóvenes que pasaban por la banqueta, mientras que mi primo Ray intentaba atarantarlo con sus chanzas.
El papi y su rostro risueño nos propinaba una bienvenida que me parecía natural y eterna. Mientras la "mamí", la abuela nos esperaba dentro, sacando galletitas del horno de la estufa, quitándose las últimas migas de harina con un trapo en la cocina.
Ahora, a mis 51 años, después de dar una vuelta al mundo, regreso a esta casa, entro a la cocina y veo la misma estufa que usaba la abuela, donde se horneaban esas sabrosas galletas de estrella y no puedo más que concebir asombro. Miro la estufa y me parece que el tiempo ha sido injusto: mi abuela ha muerto y la estufa todavía continúa echando lumbre en todos sus quemadores.
   

2 comentarios:

Unknown dijo...

Dios te bendiga

llegar a ésa edad, quizá no todas
ni todos
recordar, sí, a cualquier edad, pero vivirla no la mayoróa, ésa es una bendición de Dios.

Unknown dijo...

Saludos a una de las periodistas más honestas en México
Lic. Martha Avelina Rojas López