sábado, 19 de marzo de 2011

La pérdida de Agripina I

Bienvenidos a otro capítulo de La familia maldita, taránnn!

Hoy he tenido que recordar -aclaro que no es algo que me guste hacerlo, y lo hago porque soy, sin lugar a duda, un eslabón de este entramado funesto que resulta ser mi familia - cómo Agripina miró a los ojos de su hija preferida y pensó: "por ti he perdido a mis hermanos".
Recordemos que Agripina  fue la piedra medular de un pleito legal en que tuvo que encarar a su hermana Ana Luisa, con quien pasó momentos felices en muchas ocasiones y por muchos años en su incansable vida. De su hermano Manuel no hubo gran pérdida, pues fue alguien que poco o nada figuró en sus afectos. Pero de su hermana Ana Luisa, creo que Agripina una y otra vez se lamenta de tal pérdida. Ha habido momentos de purga y absolución en los que se ha atrevido a tomar el teléfono y llamar para desearle un buen aniversario, como si nada hubiera pasado, como si fueran todavía esas hermanas de lazos indestructibles. Sin embargo, ella sabe, Agripina  una y otra vez está conciente que después de Magdalena, después de la comadre Lupita, ya no hay hermanos. Ana y Manuel se han quedado atrás, como la olas emanadas de la quilla de un barco mientras atraviesa una masa de mar.
Y todo por qué?
Fue muy sabido por todos que la tía Nony -llamada oficialmente Magdalena- hizo un trato verbal con mis dos hermanas, sin embargo el verbo, a pesar de su sonora conjugación, sólo se escucha y no es, hasta que está plasmado en papel, una palabra escrita. Pues la tía Nony se fue de esta vida sin dejar rastros de ningún deseo puesto en dicha grafía. Sus deseos de lo que se tuviera que hacer con supertenencias se fueron con ella. Gone with the wind. Posiblemente lo material y el dinero pasaron a segundo, tercer, hasta quintogésimo lugar cuando ella estaba lidiando con los dolores de la agonía, que fue lo más seguro.
Entonces mis hermanas quisieron infartarse, cómo que no dejó testamento? Se preguntaron después de buscar y buscar entre los papeles amarillentos guardados por la abuelita y la tía en las cómodas viejas. No hay nada.
Entonces Manuel y Ana Luisa los hicieron valer sus derechos como hermanos de la intestada y reclamaron lo que la ley de dijo que podían reclamar: la casa donde vivía la difunta y los terrenos a su nombre, localizados en la manzana donde los abuelos vivieron toda su vida.
En sus últimos años la tia Nony vivió acompañada de su hermana Martha Agripina. También le cuidó devotamente una sirvienta llamada Alicia.
Yo llegué a esta casa en los años en que la tía estaba enferma. Recuerdo cuando de la estación de autobuses tomé un taxi para llegar y de mi gran asombro cuando vi a la tía abriendo la puerta. Aquella figurilla enclencle era apenas una réplica de lo que había sido una tía con carnes y vestidos floreados. Estaba hecha un tira humana, torcida por una espalda vencida. Sin embargo sus ojos vivaces e inteligentes eran los mismos. Nunca me hubiera imaginadado cuánto mi vida habría de cambiar a partir de ese abrir y cerrar de la puerta principal de esta casa. Desde entonces he dedicado mi vida al cuidado de estos muros, a sacar las basuras, a vigilar la limpieza y su mantenimiento. Más aún he atestiguado sobre las atrocidades que pueden desplazar a una familia a vivir en los llanos y puntiagudos senderos del infierno.  

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