viernes, 4 de marzo de 2011

De lo micro a lo macro

Después de una visita al Caffenio Agripina me ofrece las galletitas surtidas y me entrego al deleite de sentarme frente a la compu con esta combinación dulce y amarga a la vez: el café y las galletas de crema.
Pasan los días y después de feisbuk, me paso a Kim, una novela escrita por Kipling. El resto del día trato de imaginarme los bellos árboles, los nidos y los pájaros del pedazo de selva en Puerto Morelos.
Muchas veces añoro el aire del Caribe, pero cuando estoy allá quiero estar acá y mi vida se vuelve un desasosiego tremendo.
Este año la escuela de enfrente no celebró su kermess anual debido al miedo. La gente armada anda pululando por las calles con pasamontañas cubriéndoles el rostro y armas cornetudas entre los brazos.
Siempre he tenido la sensación de que lo que pasa en casa pasa también en la ciudad y en el mundo.
Recuerdo cuando estábamos chicos y le pedíamos a mi madre que nos comprara algún juguete o golosina, ella contestaba que no. Por qué, preguntábamos, como preguntan todos los niños, y ella decía: "no hay dinero". Así que crecimos con el conocimiento de que éramos una familia que no tenía dinero. En la adolescencia aprendimos el significado de la palabra "crisis".  Desde entonces la crisis ha formado parte de nuestras vidas. Se lleva como la deformación congénita que heredamos de nuestros padres. Conforme el tiempo pasa, esa disfunción se hace más notable.
Lo que antes era un pequeño tumor en la base del cráneo se convirtió en una gran joroba. Algo aborrecible a los ojos de todo el mundo: masacres y pobreza.
Me resisto a aceptar el país que me toca vivir. En vez de superar las crisis se ha metido en una zanja abonada con caca y sangre. Estoy pasando la vida, la única que conozco, donde las oportunidades son extremadamente limitadas. Las discriminaciones son muchas. Fulanita es inteligente pero le gana la güerita de ojos azules, o la hija del señor Libertador, o el joven Juan Sin Miedo, que se ve tan hombrecito... si te fijas, está embarazada, mejor no...
Y así nos vamos.
Este, mi lindo Mochis, está en México, una tierra de cúpulas, sostenida por la geometría, donde todo tiene que ser vertical. Así las órdenes vienen de arriba. De arriba viene la cuerda por la que hay que trepar, el falo arguido, el cañón de metralla. La dictadura constitucionalizada.
Ey, chofer! Aquí bajan.