viernes, 19 de junio de 2009

La tía se nos fue

Con la lluvia de ayer la mañana de hoy lució brillante. Un aire límpido hacía sentir un bienestar repentino seguido de unos días de sofoco y calor. Pensé en mi madre y la casa llena de nietos que van dejando un par de tenis aquí y unos cuadernos allá; pensé en la tía yaciendo en la cama dos de la sección de pacientes "aislados" del Hospital General, y sin predimitación dejé arrastrarme por la corriente de los deberes.

Mi madre recibió una noticia por teléfono y una exclamación cimbró mi espíritu: "Ay no", dijo como en un grito soltando el llanto. Rapidamente lo supe: la tía había muerto. Eran casi las diez y más tarde escuché por boca de mi primo Sergio que el deceso había ocurrido alrededor de las ocho y media de la mañana.
Después de reaccionar ante el dolor de saberla perdida, me pregunto en qué momento fue que la tía murió: si cuando yo manejaba pensando en la humedad del aire, si cuando juntaba los primeros mangos de la temporada bajo las ramas del árbol de la abuelita, si cuando saqué la pala de una de las esquinas del patio para plantar un croto (ahora que la tierra está húmeda), si cuando llené dos vasos de jugo de naranja para el desayuno, si cuando comí el resto de pan de mujer que había comprado el día anterior.
Solamente me puse a preguntar a la vida, Por qué las personas hacemos cosas diferentes al mismo tiempo: mientras la tía moría, yo trataba de disfrutar la mañana a sabiendas que...
porque el día anterior, es decir: ayer, abandoné la habitación dos de la sección de Aislados sintiendo que al cerrar la puerta ya no la vería más... claramente vi que se debatía en el duelo final, en ese donde no caben más gente que el que se muere y la otra cosa que parece ser un trance, una vereda que serpentea hacia un horizonte lejano, un túnel con vacíos interminables, un embudo por donde se va el último respiro con el último bombeo del corazón.

La tía Lupita murió hoy, en un día todavía húmedo de la lluvia de ayer, cuando la temporada de mangos comienza, cuando el verano amenaza con sus más fogosos días, en la mañana de hoy, cuando pensaba que los árboles y sus hojas lavadas habían disipado las malas horas de las dolencias y abrían ventanas permitiendo el paso de nuevos atisbos de esperanza.

1 comentario:

Coro dijo...

Lo siento...

Ánimo Martha, querida.
Sobra decirte que escribes muy bien y que no me pierdo tus historias.