Después de una trasnochada cena con mesa de pavos a las cinco de la mañana se escuchó una sirena y fue difícil especificar si se trataba de los bomberos, los paramédicos o la policía acudiendo al llamado de auxilio ante un siniestro. Horas antes, apenas unas horas, había comenzado la fiesta.
Mi cuñado Guillermo, con las con cubas en la cabeza, encabezó un jolgorio de chistes, música, payasadas y pólvora.
Hubo sesiones de fotos, intercambio de regalos y un espacio solemne para las frases generosas y reflexivas que llevan al sentimentalismo. Fueron escenas espontáneas sí, pero finalmente escenas en este tinglado de eventos que mis hermanas acostumbran montar convirtiendo todo en espectáculo.
En ese devenir de juegos, comentarios y canciones temí otra escalada de violencia como la del año pasado, un repentino estallido de resentimientos que podrían tronar como la pólvora que ya iluminaba el cielo con paraguas de estrellas.
Tomé la precaución de mantenerme al margen del alcohol. Algo que mantuvo la fiesta en paz fue la presencia de mi cuñado Chico, quien neutralizó los ácidos. Además de ser corpulento, alto y fuerte, Chico es un hombre centrado y tranquilo y eso me dio la confianza de que las cosas irían mejor. Y así fue.
De cualquier manera esta Navidad no tuve ánimos para nada. Después de haber sido sometida al hostigamiento, de haber sido quemada varias veces en la hoguera de mi hermana Carmen tras un proceso de satanización, después de haber sido agredida por las dos sobrinas (Mayoi y Roxana) y, además, de haber estado bajo la tutela de una madre que ha estado sellando la puerta de escape... Después de tanta miseria y descalabro no pude sentarme allí, en la mesa familiar y pretender ser feliz.
Sólo me presenté a cenar sin participar realmente en ninguno de los demás eventos, pues ha sido en contra de mi voluntad el estar aquí en estas fechas. Había hecho planes para salir, había juntado el poquito dinero ahorrado, calculando los precios de los pasajes, los horarios. No tenía ningún lugar específico para ir ni ninguna invitación especial. Sólo quería escapar.
Todo estaba listo para mi viaje hasta que mi madre me pidió, con las lágrimas en los ojos que me quedara y hubo otra de esas discusiones apocalípticas. Ésta en especial, después de tantas otras, me provocó un shock nervioso.
Después de una visita al médico y sin energías no tuve otra opción más que refugiarme en la red dentro de la habitación. Lo curioso fue que ayer, durante toda la tarde, Agripina estuvo divirtiéndose en el casino. Regresó a la casa un poco antes de la cena, se sentó a la mesa y en ningún momento advirtió mi ausencia. La familia ya estaba cenando cuando aparecí en el comedor. La voz militarizada de mi hermana Carmen dijo: "siéntate allí".
Me senté a la mesa, entre mi madre y Chico, el lugar más seguro. Después salí a fumar y desde la banqueta los petardos tronaron en todas direcciones, la música incansable, el ulular estridente de un comando policiaco, quizás, o del carro rojo de los bomberos abriéndose paso por el boulvard Rosales tras un fuego en alguna parte de la ciudad. Todo eso.
Esta mañana abrí los ojos y lo primero que se me vino a la mente fue: "sobreviví".
In Memoriam :: Maestros Yuri de Gortari and Edmundo Escamilla, Ever in Our
Hearts
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Originally published in 2011, it's time to remind ourselves of the lifelong
work done by these two men: Yuri de Gortari and Edumundo Escamilla. Their
contr...
Hace 1 año
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