lunes, 4 de abril de 2011

Morir de tristeza

El día y su noche está por conluir. Han sido 24 horas desastrosas. He estado viviendo en medio de sobresaltos y calamidades. Hoy Agripina se cayó y pasó toda la mañana gimiendo, queriendo morirse.
Desde mi habitación escuché sus quejidos y me apresuré a su habitación. Sabía que algo le había ocurrido. Cuando llegué la encontré tendida en el piso, llorando. Dijo que había tenido un desvanecimiento -Nunca me había pasado- añadió. Siguió llorando y después suspiró y dijo: Ya me voy a morir.
Cuando intenté levantarla del suelo simplemente no pude. Sus brazos se me escurrían entre las manos. Así que salí de la casa y le pedí a mi primo Chapo que viniera a ayudarme. Y entre los dos logramos ponerla de pie, pero Agripina continuaba desconsolada. Se me ocurrió que mi hermana Carmen podría mimarla y contentarla un poco. El golpe sufrido había sido leve, solamente un susto. Ningún hueso se había roto y la cabeza estaba ilesa, y Carmen estaba allí, en la banqueta. Mi madre se cayó, le dije.
Pensé que dejar a Agripina en manos de Carmen sería lo más apropiado después de un par de meses en los que la hermana Carmen se había estado comportando con suavidad y había estado dándole a su madre terapias contra el dolor de la artritis.
Pero no fue así.
Cuando Agripina regresó a su casa venía más desanimada y decaída que nunca. Había dejado de llorar, y su rostro mostraba ahora indignación y rabia.
Agripina sabe ahora -porque su hija se lo ha dicho- que la casa donde vive no es su casa, que la vivienda será hipotecada.
Le ha invadido un sentimiento de desamparo, de impotencia. Sabe que ya no tiene nada porque ya todo lo ha dado a sus hijas. Y se siente engañada, timada. Peor aún: recuerda el momento en que su nieta amadísima, Mayoi, le dijo: "para mí usted ya está muerta", y en esta hora de siniestros ha tomado la frase como una condena de muerte.
Ahora Agripina sabe que su siempreamada hija Carmen y su familia tienen planeado mudarse a esta casa después de su sepelio, y que su deceso, en vez de provocarles tristeza les hará suspirar con alivio y decir: Por fin, ahora esa casa es nuestra. Y se vendrán con sus muebles y sus triques a vivir en estos muros.
Todo eso sabe Agripina porque su hija se lo ha anunciado. Y ella, Agripina, madre amorosa y generosa, quiere acelerar ese evento y, al sentirse mal amada y vencida, se quiere morir. Se quiere morir de tristeza.

2 comentarios:

Carlos Zea dijo...

Muy buena crònica, bien escrita. Mi nombre es Carlos Alberto Zea, soy profesor de Castellano, en Bogotà Colombia. Trabajo las crònicas con estudiantes de noveno grado y es por eso que me interesa el tema.
nicolasamadeo@gmail.com




Unknown dijo...

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