domingo, 14 de septiembre de 2008

La tristeza de Agripina


*Imagen copiada de homosonare.blogspot.com



Leyendo su librito de rezos Agripina se acongoja al recordar que es el cumpleaños de Mayoi, su nieta, que ha querido felicitarla, pero que nadie contesta, “ni siquiera los celulares responden”, dijo.
Estoy enterada de las batallas que Agripina emprende contra su celular cada vez que quiere usarlo. Por eso intervine y marqué. Era cierto, ningún miembro de la familia estaba disponible y temí que los padres hubiesen prohibido a los hijos relacionarse con la abuela.
Ayer vi a los tíos Javier y Ana Luisa entrar aquí junto, a la casa del tío Manuel, quien está enfermo. A Agripina la han ignorado. A Agripina la ignoran la familia de Carmen y sus hermanos. Ella ha sido el blanco de esta guerra silenciosa, donde el perdón y la misericordia, dones de Dios, están apabullados por el peso de los resentimientos.
Agripina se refugia en su librito de rezos. La compasión que me inspira me empuja a las lágrimas porque sé que dentro de su alma, limitada por tontos escrúpulos y miedos, hay una entrega amorosa e inocente.
Ella cierra su librito de rezos se levanta de la silla junto a la mesa. El siguiente paso será echar por la borda esos pensamientos funestos que la han asaltado de momento y que ni siquiera el librito de rezos ha logrado exorcizar. Los tendrá que echar por la borda, se repitió, como lo hacen aquellos pescadores que regresan al mar las especies que no le sirven. Con paso vacilante pero determinado ha dicho: “Voy al casino”.
Se peinó y se pintó los labios. Ahorita Caliente le estará deshaciendo los témpanos de la congoja y el poco dinero que tenía para comprarse el cachito de lotería que había planeado comprar.

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